Muchos de nosotros seguro que nos hemos preguntado un millón de veces aquello de ¿y esto para qué me va a servir? cuando estábamos en el colegio o en el instituto. En mi caso, se repetía en asignaturas de ciencias como química, física o matemáticas. El problema es que hace casi 15 años que dejé el instituto y los alumnos se lo siguen preguntando. Y eso me lleva a hacer una reflexión. ¿De verdad no hemos evolucionado nada en los últimos 15 años? ¿A nadie se le ha ocurrido nada nuevo? ¿Cómo es posible que en tanto tiempo nadie se haya planteado cambiar las cosas?
Todas estas cuestiones me asaltan bastante a menudo y más ahora con el inicio de curso. Y creo que he llegado a una pequeña conclusión después de tanto tiempo pensando en ello: Las asignaturas se están entendiendo como un fin en sí mismo y no como un medio para aplicar conocimientos. Esta forma de entender las asignaturas está tan arraigada entre maestros y padres que muchas de las actividades extraescolares a las que apuntamos a nuestros hijos siguen en la misma línea: métodos matemáticos para convertir a tu hijo en una calculadora humana, aprendizaje de idiomas que se basan en hacer gramática escrita, etc.
Las leyes educativas tampoco han ayudado mucho a cambiar esta concepción, ya que se sigue centrado todo en un alto grado de contenido teórico pero carente de utilidad práctica para los alumnos. Los centros más «innovadores» están haciendo uso de tablets en el aula para intentar modernizarse, pero la mayoría de ellos sólo ha cambiado el libro de texto tradicional por su versión en digital, las libretas por software y poco más, con lo que tenemos alumnos que «aprenden» como antes, pero con la vista más dañadas por culpa de tanta pantalla. Así que yo propongo lo que para mi es la clave de la innovación educativa: olvidarse de las asignaturas. ¿Cómo? Así:
- Si los niños deben aprender matemáticas o física, que le hagan a través de proyectos de ingeniería, de programación de software o de construcción de robots.
- Si deben aprender lengua, que hagan escritura creativa, programas de radio o la redacción de un períodico.
- Si deben aprender otro idioma, que se olviden de la gramática y hagan una inmersión oral en el mismo.
- Si deben aprender música, que compongan o canten.
Estos son algunos ejemplos aplicados a asignaturas tradicionales, pero seguro que hay más. Es nuestro deber como educadores y formadores pensar en nuevas pedagogías, aunque eso suponga realizar un esfuerzo que nos aleje de nuestra zona de confort de las pedagogías tradicionales.